Te imaginas que todo estuviera a punto de desaparecer, que la certeza de un mañana se esfumará, que desapareciera todo aquello que no vivas aquí y ahora.
Si fuera así yo habría vivido lo necesario, no al completo, pero sí lo suficiente como para escupirle a la muerte a la cara mientras me atrapa. Lo he tenido casi todo, de lo que conservo casi nada.
No pedí nacer para ser moldeado contra lo que soy a base de dureza e inflexibilidad, creando la máscara construida con la mejor de las sonrisas. Nací vivo y con sentimientos, incapaz de disociar mi interior del mundo que me rodea, incapaz de gestionar de manera correcta todo aquello que me hace daño a nivel anímico.
Ahora encierro todo en mi interior bajo llave dentro de algo tan duro como el acero, no necesito sangrar para saber que estoy herido de muerte, ni necesito gritar para demostrar el dolor, así he aprendido a vivir, así soy yo.
Aún así al no escribir sería de alguna manera como morir ahogado en la impotencia, detengo todo pensamiento y descargó el peso de mi alma, de mi mente. Doy rienda suelta a mis deseos de una manera controlada, así evito caer en errores del pasado, de dejarme llevar hasta la autodestrucción. Conozco la manera de dejar de pensar y de sentir, cogiendo mi propio pájaro azul.
Avanzó como algo que no sabe mirar atrás pero que camina de espaldas, que tropieza una y otra vez con una realidad para la que no está preparado, sencillamente no la entiendo, no me detengo en este pantano que es la existencia, donde al estar quieto me doy cuenta de todo lo que me puede salvar de en un lodazal que me traga por mí propio peso, esta todo fuera de mi alcance.
Sólo puedo avanzar cubierto por el barro de las anteriores caídas, eso suma peso extra, seguiré hasta que el propio destino sea el que diga que ya no podré levantarme, cuando el peso me acabe de hundir, pero hasta entonces seguiré avanzando.
Ya lo he dicho, me da igual que venga la carpa a llevarme, porque la espero con la misma frialdad con la que mira ella a mí, incluso puede que hasta me sonría al verla dar ese último golpe de guadaña sobre mí, pero no me verá de rodillas, ni ella ni nadie, no correré a mendigar unos minutos más, solo para que el mundo vea roto que estoy por dentro, como los juguetes de mi infancia, pero al tiempo me siento tan vivo en cada instante que cuesta saber si reír o llorar.